jueves, julio 20, 2006

La Década de las Sombras

Cuando pienso en lo que mi país pudo ser, y aún tiene por ser, ahora que la historia prácticamente se reescribe, me quedan bastantes interrogantes. Puedo afirmar que para bien o para mal mi generación, desde la edad en que éramos niños y veíamos incendiarse el Palacio de Justicia bajo el fuego genocida de los guerrilleros comunistas (ahora próceres de la Patria, según una izquierda que no termina de convencerme y cuyos argumentos por fin comienzan a sanearse del narcotráfico y del terrorismo) ha visto cómo el país despierta de su letargo. Con diez años de retraso, pero quizás lo logre.

1990. Tenía apenas diez, once años. Quizás la vida era un espejo, vivíamos de sueños y el contacto con el mundo real era ver los automóviles pasar por la calle 129 y los noticieros presentados por ex reinas, observando cómo quizás, a nuestras espaldas, el país se cubría con capas de desinformación que sólo los que se atrevían a romper terminaban muertos bajo las balas que salían de la oscuridad. Cuando Jorge Enrique Pulido cayó bajo las balas del narcotráfico, como cayera Enrique Lara Bonilla, su lenta agonía fue opacada por un evento que quizás resultara una cucharadita de azúcar en el trago amargo que nos ponían en la boca: Colombia estaba jugando en el Mundial de Italia 90, el Pibe Valderrama era el candidato a mejor jugador del Mundo a los ojos de nuestra nación enfebrecida y el empate ante el equipo que posteriormente sería el campeón del Torneo (Alemania, gracias al golazo de Freddie Rincón), nos quitó el dolor de la quemadura que su muerte produjo en el periodismo Nacional. Entiendo que Francisco Santos y Diana Turbay (ambos hijos de familias políticamente poderosas) también fueron víctimas, uno del secuestro y la otra muriendo bajo las balas de los secuestradores que se cansaron de cargarla, pero eran solo delfines de sus imperios. Pulido era un luchador, alguien que surgió casi de la nada, como surgen los que escriben la historia de este país. Quizás lo asemejaría a Juan el Bautista, el que preparó el camino para alguien grande, teniendo en cuenta que pronto la nación sufriría una pérdida que nos alejó de lo que pudo ser el despertar del cuento de hadas que vivíamos con la lluvia de dólares del tráfico de estupefacientes y el proteccionismo cambiario.

Galán caería también bajo las armas de Pablo Escobar, al año siguiente de caer Pulido. La muerte del primero hizo callar a la prensa, junto con la muerte de Fidel Cano; la del segundo, al país. La nación no se rindió al narcotráfico; los políticos y las guerrillas prefirieron cebar en aquel monstruo al chivo expiatorio cuya cacería les dio diez años más en el poder, a unos en el monte y a los otros en los estrados públicos. El M-19, cuyas sucias manos de dinero caliente y sangre de los magistrados que fueron sus víctimas, terminó convertido en el Polo Democrático, cuyo discurso populista en la onda de influencia de Hugo Chávez aún capitaliza gente que insiste en cultivar la amnesia política que pudre a este país. Y en el poder, aunque cada vez minado por la opinión y por un incipiente despertar político, aún sobreviven algunos desperdicios de corrupción que gracias al ejercicio de un periodismo objetivo y consciente, tiene los días contados.

Hoy 20 de Julio, las Fuerzas Armadas desfilarán una vez más, haciéndonos sentir parte de algo grande, del orgullo de ser colombianos. El Presidente hablará, gracias al apoyo de los que confiamos en su gestión, y el Senado de nuevo tomará posesión de sus cargos. Pero yo prefiero hoy pensar en que tenemos aún el tiempo para rescatar los ideales de Galán y el coraje de Jorge Enrique Pulido.

Donde estés, ten la certeza de que tu legado será recogido, Jorge. Y creo firmemente que la Década de las Sombras (o siglo?) por fin está llegando, como en los relatos de realismo mágico, a un amanecer turbulento y borrascoso, pero amanecer al fin de cuentas.

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